01 febrero 2006

Había una vez...

En un pueblo llamado Tlaxco, un genio para la política del cual podemos prescindir del nombre. Nació en un hogar humilde, hijo de campesinos, de esos que ya no existen, de esos que se viven por el campo y dan su vida por éste. Nació soñando en ser ese gran revolucionario que cambiaría Tlaxco tan sólo por poner sus pies en la honorable oficina presidencial.
Después de haber nacido fue a escuelas públicas: primaria, secundaria, bachiller y hasta universidad. (Hay quienes afirman que por ser genio decidió no terminar la universidad a causa de que se aburrió, pues ya sabía todo). Luego comenzó a trabajar en el campo, conocedor de esto también, para de allí impulsar su carrera de estadista y seductor de las masas, en pocas palabras, de líder. Gestionó en el ejido, luego en algunas dependencias relacionadas con el campo, después intentó por primera vez ser presidente municipal sin lograrlo; de esta su primera derrota, que en lugar de deprimirlo lo hizo un monstruo, logró colocarse como diputado local; terminando su trabajo en el Congreso del Estado de Tlaxcala, por segunda vez fue candidato al gobierno del ayuntamiento, logrando establecerse, con todo y compromisos de genio, felizmente y con un rostro de éxito parecido al del bigote con botas.
Pero quién iba a pensar que llegando al recinto presidencial le iba a pasar lo que a todos los que se han sentado allí les pasa, el genio desaparece. ¿Será la silla o será que no se trata de ser genio, sino de ser un buen e inteligente gobernante?
Por Carro Gris

1 comentario:

Anónimo dijo...

a este "genio" se le ha realizado diversos errores en sus dos cargos públicos de elecciones, los cuales deben de ser infranqueables y evitar su aspiracion a la diputación federal; lo unico que ha logrado es ser recordado...

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