19 septiembre 2006

Crónicas nocturnas

De repente hay motivos para salir a pasear en las noches de Tlaxco, ya sea que la lluvia invite a verla y escucharla, que los habitantes de la noche sean motivos de crítica, que la tienda tenga cervezas bien frías, que los policías hayan agarrado un problema, que la muchacha de minifalda ronde las calles, que los maricas se sientan mujeres, que la noche sea sensible.
Tlaxco es un lugar muy tranquilo, joven, poco histórico. De él se han inventado muchas historias con la intención de atraer gente, de hacerlo un lugar interesante. La verdad es que su característica principal, casi como la de todos los pueblos de México, es que la gente es chismosa y además metiche.
De historia se puede contar la visita de Porfirio Diaz, algunas visitas de los revolucionarios y participación importante de un ciudadano en la revolución, además de algunos momentos trágicos y otros felices. Visitas de otros importantes presidentes de la república y momentos que cada persona valorará de acuerdo a su sentido.
Culturalmente no hay mucho qué decir. Todos los presidentes municipales se han encargado del desarrollo urbano, sólo para distraer la atención, para que digan que sí han trabajado. Y es que no hay una sola proyección artística local, cuando se intenta hacer algo, no hay apoyo. De repente salen artistas, por ahí, de esos que cantan, de esos que escriben, de esos que hacen arte, pero nadie sabe que existen.
Desarrollo, qué desarrollo. Las banquetas no sirven para que un pueblo asegure su futuro, ni siquiera la pavimentación, o la gestión de apoyos y becas. Sirve lo que se haga a futuro. Búsqueda de industrias modernas en las que el pueblo participe como empresario, comercios que posibiliten el desarrollo económico y de esparcimiento, apoyo a las universidades que inician en la localidad y también a los artistas y grupos culturales particulares o de alguna institución educativa. De esta forma el pueblo crecerá ordenadamente, el turismo se sentirá atraído por historias reales y el desarrollo será posible.
Las noches de Tlaxco como sus días. Tranquilo todo, casi no pasa nada, una que otra mosca se acomoda en la boca del dormido. Los mosquitos se ausentan de la vida local. La abejas y zopilotes casi no pasan. Los vulgares no habitan en ninguna calle. Las señoritas no estacionan sus carros en las esquinas. Las piedras en el camino que aún quedan tienden trampas a los borrachos. Y el susurro nocturno no se desperdicia al final del calvario.

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