Uno, dos, tres cohetes y todos ya estaban briagos, algunos abrazados entre sí, esperando la salida del primero y del segundo toro de cada parte de las divisiones. Las cervezas y el pulque servidos en las barrigas, la basura estorbaba e intimidaba a los corredores y maletillas, los miedosos ya detrás de los burladeros, las mujeres nerviosas también detrás y otras preparando la comida para los gorrones del día. Los crudos se curaron con agua y después con chelas, después con el susto. Sale el primer toro y es un berrendo ya pasado de los 500 kilos, con la cabeza alta y cuernos medianamente puestos pero altos y peligrosos, observa lo que hay delante suyo, inicia su danza peligrosa, embiste al primero al segundo y a todos los que abajo dispusieron estarse. Se detiene a observar, mueve una pata y los miedosos de hasta atrás corren como si ya estuviera cercano a ellos, pero no, se da vuelta y nota que alguien lo llama y éste le responde con un sí para levantarlo más de un metro de alto y luego dejarlo caer en el duro pavimento. Ese toro sigue sus travesuras y por allá y por acá ya a levantado y arrastrado a varios, pero no daña de gravedad. Mientras, en la otra división un toro gris andaba levantando y lastimando gente, en total tres, uno se llevó un golpe fuerte en la cabeza y algunos golpes en el cuerpo; otro también en la cabeza quedando lastimado de la nariz y golpes menores y otro llevándose una cornada de 8cm. en el muslo además de golpes que lo determinaron en estado grave.
Sonó el cuarto cohete que daba inicio a la última tanda de toros, estos fueron pequeños pero medio bragados, medio bravos, uno salió lento pero se comportó peligroso ante el rodeo de gente. Estos levantaron niños y adultos por igual, rompieron camisas y risas y gritos, además de que hicieron trabajar a los policías, quienes en afán de protegerse fueron correteados alrededor de un cajón por el torito de los cuernos tristes, casi salían heridos.
El Director de Seguridad Pública fue envestido por un cajón que a su vez fue envestido por un toro, llevándose una fractura de fémur al hospital. Otras personas sólo fueron levantadas por el toro pero sin gravedad, uno salió inconsciente pero no se llevó cornada alguna.
Siendo guardados los toros la gente salió feliz, espantada, persignándose por el fenómeno que es el juego de la muerte, pensando en los que se salvaron y en los que no se salvarán. Los borrachos se quedaron a recordar cuando el toro les pasó cerca, a crear historias de valor y mitos de toros gigantes con cara de humanos en el aire, o a componer leyendas de golpes inexistentes o verónicas sorprendentes. Se quedaron a explicar que son hombres y que el toro es chico, que vieron de cerca como fue que aquél cayó en los cuernos del toro y que ayudaron a que no le hiciera más daño. Al fin de cuentas todos se divirtieron y sí hubo más gente que hace un año, llenaron las calles de basura y casi de sangre, pero como Silvio Rodríguez dijo en una de sus canciones: “Me (Les) va la vida en ello”.
3 comentarios:
Todos estuvimos felices, a excepción de Javier Montalvo que se llevó una buena herida y el chavo del gorro y los tatuajes que por ahí andan contando que se petateó.
La tlaxconada:
http://youtube.com/watch?v=WZd473PvXWk
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