Por Jorge Esteban López García
Estaba escuchando a Ximena Sariñana --una chica muy guapa, de los nuevos valores de la música mexicana-- cuando algo me distrae y corrompe mi concentración. Es la matraca de la iglesia que da aviso a la fomosísima misa de medianoche. Es el penúltimo día de la Semana Santa, es el fin de unas vacaciones repletas de puestos y problemas viales.
También es el momento de recordar a un sacerdote conservador que critica a las mujeres por usar perfume en semana santa, o de recordar bellos detalles que de repente nos visitaron provocando una que otra inspiración a causa de esos perfumes tan criticados.
No hubo números rojos, sólo un desmayado miembro de los Silicios y los normales desgastes físicos que sufren estos niños, jóvenes y señores a causa de su labor religiosa.
La policía tomó las cosas con calma y no se apresuró en demasía a reprimir o ahuyentar a los habitantes del pueblo o turistas.
Las actividades de recreación estuvieron centradas en el Rancho de los Sánchez Anaya, en los bosques, en la Laguna de Atlangatepec, o en las salidas ocasionales a lugares fuera del municipio. En Tlaxco ciudad no hubo un sólo evento que permitiera recrearse.
Otro detalle que se vio fue la reapertura pública a los baños del Palacio Municipal, que de manera milagrosa pudieron servir para el turismo. Esto habla ya de una preocupación por la salud pública y muestras de educación, evitando los deshechos fecales alrededor de la iglesia y calles cercanas.
No cabe duda que somos los ciudadanos quienes tenemos que hacer que el pueblo progrese, como dijo el Subcomandante Marcos: "Cada quien desde nuestras trincheras", de otra forma sólo veremos como Apizaco, Tlaxcala, Santa Ana, Apam, Chignahuapan, Zacatlán, etc., llegarán a crecer y Tlaxco sólo a ver.
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