Es un gusto observar a los vendedores ambulantes de comida con su nueva presentación, ya sea con su mandil blanco y su gorro, con su cubrebocas y guantes, etc., con el carrito limpio y recien pintado. Todo esto por disposición del nuevo ayuntamiento.
Pero no es un gusto verlos a raz de carretera en estos tiempos de lluvia, en los que toda aquella limpieza que se procuró se elimina. Pues toda el agua que corre por el suelo, aunada con la grasa que brinca de las estufas, da una presentación negativa a la calle y al mismo negocio informal.
Todo esto habla de una contaminación de imagen y de ambiente, quedando no sólo mal el ayuntamiento por permitir y decidir tales hechos, sino de los puestos y la misma gente de Tlaxco.
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