CARTA ABIERTA

Por Diego Rosete Sosa.

El día viernes 1 de agosto, entre las 11 de la noche y la 1:30 de la mañana, llegó a mi domicilio alguien o algunos individuos con el sano propósito de estrellar tres de los cuatro cristales de la puerta (y puesto que no me encontraron, no deseo sugerir algo más, aunque sea obvio). Los motivos: intimidarme por mi relación con Carro Gris. Debo entonces aclarar ciertos puntos que resultarán substancialmente incómodos, dado que a la fecha no tengo motivos personales para recibir semejante agresión.
La relación que tengo con Carro Gris es de búsqueda de espacios alternativos de difusión para las personas que tengan el interés de conocer un poco más sobre Tlaxco. Este espacio independiente no está auspiciado por intereses políticos, ni busca molestar malintencionadamente a quienes se salude, sino ofrecer puntos de vista sobre fenómenos propios de la comunidad que a todos nos conciernen. Mi relación con Carro Gris se resume en mi amistad con Jorge Esteban y algunos otros amigos que compartimos esta visión. Compartiré con ellos la misma consternación que sentí en mi caso cuando alguno de ellos –espero nunca suceda- sufra un ataque similar, y seguiré repudiando estos lamentables acontecimientos en contra de quien sea, porque si la casa de todos (es decir el municipio) está sucia, es preciso limpiarla.
Ahora bien. Parece que a algún débil mental de esos que andan por allí intentando política se le ocurrió interpretar y difundir ingenuamente que yo soy el Guardián. En primer lugar voy a decir esto: el Guardián no es una sola persona, sino todas aquellas personas que buscan la superación del municipio y que están insatisfechas con la falsedad y la intolerancia. Diego Rosete Sosa NO ES EL GUARDIAN. Diego Rosete anda todos los días por las calles y todo el mundo sabe donde trabaja ¿Por qué se busca entonces la oscuridad de la noche para tratar de intimidarle con violencia?
Pero todo lo anterior me tiene sin cuidado. Lo que en verdad me inquieta es que existan personas con la inteligencia suficiente para competir en las olimpiadas de Beijing con una cucaracha.
Por otra parte, cualquiera puede decir que yo ni soy de aquí y que no debería meterme en sus asuntos. Efectivamente: no soy de aquí, como no lo son muchos que trabajan en el ayuntamiento y muchos que han llegado de fuera con la intención de establecerse profesional o familiarmente. ¿Hasta cuándo se seguirá pensando en la absurda idea de que los que llegamos de fuera debemos ser excluidos de la sociedad? Si algunos de ustedes llegara a Huamantla, de donde es su servidor, puedo garantizarles que nadie les cuestionará nada al respecto, porque los intereses de la gente están enfocados en el desarrollo y la unificación, no en la exclusión de quienes desean integrarse, independientemente de su lugar de origen. El mundo está cambiando, la globalización nos permite dejar de lado las diferencias territoriales y sociales. El atraso de Tlaxco se debe a la exclusión de los nuevos individuos y de las nuevas ideas, no al comportamiento de los mismos. Los nuevos individuos y las nuevas ideas son las generaciones que ya están presentes, y sólo es cuestión de tiempo para que empiecen a accionar.
Por otra parte, si alguno considera que mi labor está siendo nociva para la sociedad tlasquence entonces dejaré de trabajar para el Centro Cultural; dejaré de impartir los talleres de teatro y títeres para los niños y jóvenes del municipio; dejaré de impartir mis clases en el Cobat; dejaré de crear funciones para la comunidad; dejaré de realizar propuestas televisivas que desean impulsar el desarrollo del canal local –situación que a muchos les consta se buscó desde sus inicios-; dejaré de promover modelos de información que estimulen el diálogo social –como en su momento fueron la revista y la gacetilla semanal “Qué”-; dejaré de difundir las expresiones artísticas, de impulsar proyectos de mejora a la infraestructura cultural, de promover la gestión de recursos y la agilización de la iniciativa privada en dichos proyectos; dejaré, en pocas palabras, de intentar que Tlaxco se convierta en algo mucho mejor de lo que es.
Finalmente, para que el o los agresores estén tranquilos (aunque todo se sabe en este mundo y la justicia tiene formas múltiples) no iré a quejarme con las autoridades, no interpondré una denuncia contra cualquier responsable, ni siquiera para ahorrarme los $200.00 que gasté en vidrios nuevos. Simplemente voy a decirle(s) algo y espero que le(s) quede bien claro: no tengo nada que temer y seguiré durmiendo mis ocho horas diarias con toda tranquilidad. Porque uno solo de mis sueños es mucho más importante que cualquiera de sus miserables intentos de intimidación. No me interesa la vida privada de nadie; yo no comparto esas mañas. Considero más legítimo exponer este caso a los lectores (a los que están a favor o en contra de este medio) para que reflexionen y se pongan a trabajar porque Tlaxco no es de unos cuantos: es de todos. ¿O alguno de ustedes está realmente en contra del progreso del municipio?