El año pasado, más de cien delegaciones y gobiernos extranjeros visitaron Helsinki con la esperanza de develar el secreto del éxito de sus escuelas.
En 2006, los estudiantes de Finlandia lograron el mejor promedio en las calificaciones de ciencia y lectura de todo el mundo desarrollado.
En los exámenes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para alumnos de 15 años también obtuvieron los mejores resultados, sólo superados por los adolescentes surcoreanos.
Esos logros no fueron una excepción: en exámenes del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) previos, los finlandeses también ostentaron las notas más altas.
La filosofía finesa respecto a la educación es que todos tienen algo para aportar y que no debe dejarse de lado a los que más les cuesta aprender ciertos temas.
Una táctica utilizada en casi todas las materias es la presencia de un profesor extra que ayuda a los estudiantes con mayores dificultades en un tema particular.
La ministra de Educación de Finlandia, Henna Virkkunen, está orgullosa de la posición de su país, pero dice que su próximo objetivo es apuntar a los alumnos más brillantes.
"El sistema finlandés apoya mucho a aquellos alumnos que tienen dificultades de aprendizaje, pero también debemos prestar más atención a los estudiantes muy talentosos. Hemos comenzado un proyecto piloto dirigido a alentar a los alumnos que son muy talentosos en ciertas áreas", explicó a la BBC.
Aprendiendo más tarde
Según la OCDE, los niños finlandeses pasan menos horas en las aulas que en cualquier otro país del mundo desarrollado.
Esto refleja otro aspecto importante de la educación finesa.
La escuela primaria y la secundaria son combinadas, es decir que los alumnos no deben cambiar de colegio a los 13 años. Eso les permite evitar un cambio de escuela potencialmente perjudicial.
La maestra Marjaana Arovaara-Heikkinen cree que mantener a los estudiantes en la misma aula durante varios años le facilita su propio trabajo.
"Es como si creciera a la par de mis alumnos. Veo los problemas que tienen cuando son pequeños, y después de cinco años todavía veo y sé lo que les ha pasado en su juventud y qué es lo que mejor hacen. Les digo que soy como su madre escolar".
En Finlandia, los niños empiezan la escuela recién a los siete años. La idea es que antes de esa edad aprenden mejor jugando y que para cuando finalmente ingresan a la escuela están deseosos de empezar a aprender.
Menos es más
Los padres finlandeses, obviamente, reclaman cierto mérito por los impresionantes resultados escolares de sus hijos. Existe una cultura de leer con los chicos en casa y los familiares mantienen contacto permanente con los maestros de sus hijos.
En Finlandia, la enseñanza es una carrera prestigiosa. Se valora mucho a los maestros y los estándares de enseñanza son altos.
El éxito del sistema educativo en este país nórdico parece ser, en parte, cultural. Los alumnos estudian en un clima relajado e informal.
Además, Finlandia tiene niveles de inmigración bajos. Por lo tanto, cuando los chicos comienzan la escuela la mayoría tiene el finlandés como lengua materna, con lo que se evita un problema que otras sociedades suelen enfrentar.
El sistema se sustenta sobre la idea de que menos puede significar más. Se hace hincapié en un ambiente informal, libre de recetas políticas. Esa combinación, creen, hace que ningún chico se queda atrás.
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