José A. Crespo
09-07-2010
Distrito Federal– Para quienes piensan que, porque el PRI no ganó todos los estados que pretendía implica que la inequidad, las trapacerías y violaciones a la ley resultaron ser “mito genial”, les convendría enfocar su lupa en Tlaxcala. El PREP en esa entidad apuntó un claro triunfo del PRI, con distancia de ocho puntos porcentuales sobre el PAN (35 mil votos).
Una diferencia muy holgada como para pensar en algún tipo de defraudación, o al menos uno que sea determinante, a menos que se demuestre lo contrario.
Y es que en esa entidad ocurre un fenómeno muy extraño que reaviva el sospechosismo electoral: el número de votos emitidos en la elección para gobernador es muy superior a los de diputados y ayuntamientos; casi 85 mil votos más (11 por ciento de la lista nominal, que no es poca cosa).
Lo cual implica que, para elegir gobernador, la participación fue de 58 por ciento, mientras que en diputados fue de 47 por ciento, 11 puntos menos. ¿Tiene alguna racionalidad que la gente vote para gobernador y no para los demás comicios? Si ya está ahí, ¿por qué no votar por diputados y ayuntamientos, o al menos anular su voto y depositarlo en la urna si nadie le convence?
En 2006, ante un número elevadísimo de votos irregulares que faltaban (registrados en las actas), el TEPJF manejó la tesis de los “coleccionistas” de boletas para explicar el fenómeno: “coleccionistas” que, según ese alegato, gustan de llevar algunas boletas para –suponemos– enmarcarlas en la sala de su casa.
En ese año, los “coleccionistas” se llevaron la de presidente; ahora en Tlaxcala prefirieron la de diputados y ayuntamientos a la de gobernador.
¿De dónde vienen los 85 mil votos de más? El PAN obtuvo 70 mil 925 votos más en la elección de gobernador que en la de diputados, 58 mil de los cuales provienen de los electores de izquierda que emitieron un “voto útil”. Quedan 17 mil sin explicar (es decir, votos pirata).
El PRI, por su parte, consigue 106 mil 808 votos más en la elección a gobernador que en la de diputados, 32 mil de los cuales provienen de partidos locales (cuyos simpatizantes hicieron un voto dividido), y los restantes 74 mil votos provienen de quién sabe dónde, es decir, también son pirata.
Si se suman los 13 mil votos pirata que tiene el PAN, con los 74 mil del PRI, obtenemos un saldo de 87 mil votos sin explicación convincente, casi los mismos 85 mil que sobran entre una elección y otra.
Lo más relevante de todo esto es que, si eliminamos todos los votos pirata (los del PAN y los del PRI), entonces el candidato del PAN ganaría por 25 mil votos.
En 2006, ante las inconsistencias registradas en 64 por ciento de las actas presidenciales, el TEPJF señaló en su dictamen de agosto que, cuando las cifras destinadas a coincidir no lo hacen, “se genera un indicio en el sentido de que en algún momento del escrutinio y cómputo, se extrajeron indebidamente votos válidos o se incluyeron votos espurios, salvo que se demuestre lo contrario” (criterio que un mes más tarde fue sustituida por la teoría de los “coleccionistas”).
En esa lógica, debe haber una explicación demostrable de por qué en la elección de gobernador hay 85 mil votos más que en las demás.
De no haber explicación plausible, entonces, como dijo el Tribunal en 2006, estaríamos ante un indicio de que “se incluyeron votos espurios”.
Y si esa diferencia de votos es superior a la diferencia entre primero y segundo lugar, como claramente es el caso en Tlaxcala, se genera un claro factor de incertidumbre sobre el resultado.
La ley contempla sólo las inconsistencias dentro de cada tipo de elección. No considera la diferencia de boletas entre algunas de esas elecciones, como ocurre ahora en Tlaxcala, pero no por ello se genera la misma incertidumbre de la que habla la ley, cuando dicha diferencia supera la distancia entre primero y segundo lugar.
El Instituto Electoral de Tlaxcala dice que la diferencia de votos se debe a que el PREP no registró las 85 mil boletas de otras elecciones porque tenían errores o inconsistencias (supongo que las de diputado y ayuntamiento, que son las que faltan) y eso motivó el rechazo del PREP, pero que eso se aclarará en el cómputo oficial.
Habrá que ver. En todo caso, las deficiencias de la ley no eliminan el más elemental sentido de la lógica.
Los tribunales debieran revisar esa situación, claro, si quieren que haya plena certeza de cuál fue la voluntad de los electores, y que el gobernador emergido de dicha elección goce de plena legitimidad (pues hemos visto ya en estos años lo que significa gobernar sin plena legitimidad).
Una diferencia muy holgada como para pensar en algún tipo de defraudación, o al menos uno que sea determinante, a menos que se demuestre lo contrario.
Y es que en esa entidad ocurre un fenómeno muy extraño que reaviva el sospechosismo electoral: el número de votos emitidos en la elección para gobernador es muy superior a los de diputados y ayuntamientos; casi 85 mil votos más (11 por ciento de la lista nominal, que no es poca cosa).
Lo cual implica que, para elegir gobernador, la participación fue de 58 por ciento, mientras que en diputados fue de 47 por ciento, 11 puntos menos. ¿Tiene alguna racionalidad que la gente vote para gobernador y no para los demás comicios? Si ya está ahí, ¿por qué no votar por diputados y ayuntamientos, o al menos anular su voto y depositarlo en la urna si nadie le convence?
En 2006, ante un número elevadísimo de votos irregulares que faltaban (registrados en las actas), el TEPJF manejó la tesis de los “coleccionistas” de boletas para explicar el fenómeno: “coleccionistas” que, según ese alegato, gustan de llevar algunas boletas para –suponemos– enmarcarlas en la sala de su casa.
En ese año, los “coleccionistas” se llevaron la de presidente; ahora en Tlaxcala prefirieron la de diputados y ayuntamientos a la de gobernador.
¿De dónde vienen los 85 mil votos de más? El PAN obtuvo 70 mil 925 votos más en la elección de gobernador que en la de diputados, 58 mil de los cuales provienen de los electores de izquierda que emitieron un “voto útil”. Quedan 17 mil sin explicar (es decir, votos pirata).
El PRI, por su parte, consigue 106 mil 808 votos más en la elección a gobernador que en la de diputados, 32 mil de los cuales provienen de partidos locales (cuyos simpatizantes hicieron un voto dividido), y los restantes 74 mil votos provienen de quién sabe dónde, es decir, también son pirata.
Si se suman los 13 mil votos pirata que tiene el PAN, con los 74 mil del PRI, obtenemos un saldo de 87 mil votos sin explicación convincente, casi los mismos 85 mil que sobran entre una elección y otra.
Lo más relevante de todo esto es que, si eliminamos todos los votos pirata (los del PAN y los del PRI), entonces el candidato del PAN ganaría por 25 mil votos.
En 2006, ante las inconsistencias registradas en 64 por ciento de las actas presidenciales, el TEPJF señaló en su dictamen de agosto que, cuando las cifras destinadas a coincidir no lo hacen, “se genera un indicio en el sentido de que en algún momento del escrutinio y cómputo, se extrajeron indebidamente votos válidos o se incluyeron votos espurios, salvo que se demuestre lo contrario” (criterio que un mes más tarde fue sustituida por la teoría de los “coleccionistas”).
En esa lógica, debe haber una explicación demostrable de por qué en la elección de gobernador hay 85 mil votos más que en las demás.
De no haber explicación plausible, entonces, como dijo el Tribunal en 2006, estaríamos ante un indicio de que “se incluyeron votos espurios”.
Y si esa diferencia de votos es superior a la diferencia entre primero y segundo lugar, como claramente es el caso en Tlaxcala, se genera un claro factor de incertidumbre sobre el resultado.
La ley contempla sólo las inconsistencias dentro de cada tipo de elección. No considera la diferencia de boletas entre algunas de esas elecciones, como ocurre ahora en Tlaxcala, pero no por ello se genera la misma incertidumbre de la que habla la ley, cuando dicha diferencia supera la distancia entre primero y segundo lugar.
El Instituto Electoral de Tlaxcala dice que la diferencia de votos se debe a que el PREP no registró las 85 mil boletas de otras elecciones porque tenían errores o inconsistencias (supongo que las de diputado y ayuntamiento, que son las que faltan) y eso motivó el rechazo del PREP, pero que eso se aclarará en el cómputo oficial.
Habrá que ver. En todo caso, las deficiencias de la ley no eliminan el más elemental sentido de la lógica.
Los tribunales debieran revisar esa situación, claro, si quieren que haya plena certeza de cuál fue la voluntad de los electores, y que el gobernador emergido de dicha elección goce de plena legitimidad (pues hemos visto ya en estos años lo que significa gobernar sin plena legitimidad).
http://www.diario.com.mx/nota.php?notaid=3727b4a12b5c1d2071d56b64b4f87aa9
No hay comentarios.:
Publicar un comentario