26 noviembre 2010

Las mujeres y el espionaje en la Revolución Mexicana

Escrito por Editorial AMN   
jueves, 18 de noviembre de 2010
                              
    * Una parte considerable de mujeres que se adhirieron a la causa de Carranza ya habían desempeñado, desde la etapa de la revolución maderista, actividades en contra de la injusticia prevaleciente en el país, es decir, la participación de la mujer mexicana encontró un hilo conductor entre los dos grandes movimientos políticos y sociales que tuvieron como fin dar una tenaz batalla a la intolerancia tanto de Díaz como de Huerta.
    Por: Alberto Vieyra Gómez


A: Lupita Lucero, paradigma de superación y empresaria nacionalista

AMN.-

Los niños y las mujeres jugaron un papel determinante durante la Revolución Mexicana en materia de espionaje.

Las armas, la medicina, el activismo público y clandestino en medios de comunicación, como traductoras y redactoras, financieras del movimiento revolucionario, y hasta la práctica del espionaje, eran entre muchas otras, las actividades reservadas a las mujeres en el movimiento armado de hace un siglo.


En 1992, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana de la Secretaría de Gobernación, y el Instituto de Investigaciones Legislativas de la H. Cámara de Diputados, con motivo de la celebración del Encuentro Nacional de Mujeres Legisladoras, editaron un pequeño libro de tan sólo 66 riquísimas páginas, sobre la participación de la mujer en la Revolución Mexicana.
De ese libro, Las mujeres en la Revolución Mexicana, 1884-1920, extraigo lo siguiente:


“La participación de elementos del sexo femenino dentro de las filas del constitucionalismo fue de gran importancia, ya que ofrecieron sus servicios en diversos ámbitos dentro de la lucha.


Desde el momento mismo del cuartelazo, la inconformidad femenina se dejó sentir y fue así como Julia Nava de Ruisánchez y Gregoria Reyes de Maldonado, entre otras, propagaron panfletos contra el régimen de Huerta. Incluso la primera de éstas, que fue traductora y redactora de EL Diario del Hogar de la ciudad de México, elaboró un manifiesto antihuertista, que le valió ser aprehendida.


Una parte considerable de mujeres que se adhirieron a la causa de Carranza ya habían desempeñado, desde la etapa de la revolución maderista, actividades en contra de la injusticia prevaleciente en el país, es decir, la participación de la mujer mexicana encontró un hilo conductor entre los dos grandes movimientos políticos y sociales que tuvieron como fin dar una tenaz batalla a la intolerancia tanto de Díaz como de Huerta.


En este grupo pueden mencionarse a las antiguas maderistas María Guadalupe Moreno, Adelaida Mann y Virginia Negrete Herrera, quienes realizaron una intensa tarea de propaganda en pro del constitucionalismo.


La primera hizo circular masivamente el Plan de Guadalupe, e incluso llegó a desarrollar una campaña de acopio de armas en el estado de Guanajuato.


Por su parte, Mann se encargó de difundir el discurso del senador chiapaneco Belisario Domínguez, pronunciado en 1913 en contra del gobierno ilegítimo del general Huerta, así como de la distribución de las proclamas del Primer Jefe y del periódico El Renovador, publicado en la ciudad de México.


Otras que se unieron al carrancismo en calidad de propagandistas, fueron María de los Ángeles Contreras y Carlota Urquidi Márquez, quien se dio a la tarea de difundir los periódicos El Renovador y El Constitucionalista, impreso éste en Veracruz.


La tribuna periodística y el ámbito educativo también fueron escenarios centrales donde la mujer pudo participar activamente al lacio del constitucionalismo.


De esa forma, por ejemplo, Rosaura Lima Téllez en 1914 fue redactora en Veracruz del periódico El Pueblo, órgano oficial de la Primera Jefatura.


Por su parte, Laura Apodaca de Castañeda hizo importantes aportaciones en el terreno educativo, que posteriormente le serían reconocidas por Carranza al nombrarla directora de la Escuela Normal para Señoritas.


Hubo algunas que desplegaron su acción revolucionaria dentro de alguna asociación femenil.


"Tales fueron los casos de Natividad Herminia Álvarez Herrera y Francisca Manrique Guillén, ambas pertenecientes al Club Femenino Lealtad, quienes participaron en manifestaciones y en giras de difusión y propaganda del constitucionalismo.


Dentro de la lucha armada una parte del sector femenino también ofreció importantes servicios a la causa del Primer Jefe. Algunas se encargaron directamente de reunir contingentes de hombres para combatir a Huerta.


A esta labor se dedicó Rosaura Bustamante, quien en marzo de 1914 fue detenida y recluida en prisión en el puerto de Veracruz, por simpatizar con el constitucionalismo y enviar juchitecos al gobernador de Oaxaca, Miguel Bolaños Cacho, a fin de que constituyeran una fuerza armada que se adhiriera al ejército de Carranza.


De igual manera, a raíz del golpe de Estado huertista, Sara García Sabido ingresó a la Revolución cuando incitó a rebelarse a la población indígena de la Villa de Max Cañú, Yucatán, además de apoyar la formación de un grupo militar en esa región.


Por otro lado, en 1914 la chiapaneca Fidelia Brindis Camacho apoyó con recursos económicos a Luis Espinosa cuando éste, en el estado de Chiapas, se levantó en armas contra el régimen de Huerta.
Asimismo, hubo mujeres que empuñaron las armas a favor del carrancismo.


Magdalena Alcántara combatió en 1913 en Durango al lado del general constitucionalista Domingo Arrieta, y participó en diversos hechos de armas tales como el ataque y toma de la ciudad de Durango y el sitio de Torreón, Coahuila, entre otros.


También se desempeñó como enfermera, actividad que venía realizando desde el tiempo de la revolución maderista.


 El servicio médico fue un aspecto de vital trascendencia durante la lucha armada. En este rubro fue fundamental para la causa carrancista el apoyo de los cuerpos voluntarios de enfermeras, entre las que destacaron Sara Perales y Celia Espinoza Jiménez.


En 1914, en Monterrey, Nuevo León, la primera de ellas se afilió al constitucionalismo en calidad de enfermera en jefe, en tanto que la segunda, después del golpe de Estado de 1913, se incorporó a la Cruz Blanca. Poco tiempo después ésta desarrollaría importantes funciones dentro del gobierno de Carranza establecido en Veracruz.


Mujer versátil, de recio carácter, fue Juana Torres, quien apoyó al movimiento constitucionalista en los estados de Nuevo León y San Luis Potosí. Como enfermera logró sobresalir cuando sanó las heridas de Eulalio Gutiérrez. También empuñó las armas en distintos combates y fungió en labores de espionaje.


Dentro de esta última actividad cabe señalar la colaboración dentro del contingente carrancista a Eva Flores Blanco quien en el año de 1913 realizó junto con Pablo González importantes misiones confidenciales.


De igual manera, puede mencionarse el caso de María Trinidad Ontiveros, quien después de fugarse del presidio donde la había recluido el régimen de Huerta pudo incorporarse al Ejército Constitucionalista, al que sirvió como espía de 1914 a 1917, y en el que alcanzó el grado de capitán primero.


Gregoria Reyes viuda de Maldonado. Nació en Contla, Tlaxcala, el 9 de mayo de 1888.

Combatió a los gobiernos porfiriano y huertista.
 En 1910 se incorporó al movimiento revolucionario como civil, realizando actividades propagandísticas contra la dictadura y a favor de Francisco I. Madero.


Se casó con Francisco Maldonado, jefe de un grupo revolucionario. Sirvió de correo durante el proceso armado; también llevaba pertrechos a los diferentes jefes tlaxcaltecas de parte de los hermanos Serdán. Durante el régimen de Victoriano Huerta repartía propaganda contra ese gobierno y se unió al constitucionalismo.”

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