Hay miles de adolescentes y jóvenes mexicanos que ya perdimos. No
son el mejor ejemplo de las bondades del bono demográfico que llevaría al
país a contar con un gran potencial humano. Para ellos no hubo escuela, ni
círculo familiar, ni empleo, ni futuro. “Prefiero morir joven y rico que viejo y
jodido… igual que mi papá”, dice una pinta en Sinaloa que sintetiza sin ambages
qué es lo que ocurre. Así que estos chavos son para el crimen organizado
un ejército absolutamente desechable, pero siempre dispuesto. “Nadie sufrirá
por ellos ni estará atento a lo que les pase”, lamenta el sociólogo Héctor
Castillo Berthier.
Así que, arrinconados por la miseria y la marginación, o porque simplemente
son “malos”, decidieron que el futuro estaba muy lejos e incierto y decidieron
tomar por asalto, arrebatar lo suyo. Varios de ellos poseen a sus 15 o 17
años de edad un record delictivo impresionante, de grandes ligas: decenas
de ejecuciones, secuestros, robos. Esta es su historia, contada por ellos mismos.
Son los muchachos perdidos.
Por Humberto Padgett padgett@m-x.com.mx
Fotografías: Eduardo Loza
Modelo: José
son el mejor ejemplo de las bondades del bono demográfico que llevaría al
país a contar con un gran potencial humano. Para ellos no hubo escuela, ni
círculo familiar, ni empleo, ni futuro. “Prefiero morir joven y rico que viejo y
jodido… igual que mi papá”, dice una pinta en Sinaloa que sintetiza sin ambages
qué es lo que ocurre. Así que estos chavos son para el crimen organizado
un ejército absolutamente desechable, pero siempre dispuesto. “Nadie sufrirá
por ellos ni estará atento a lo que les pase”, lamenta el sociólogo Héctor
Castillo Berthier.
Así que, arrinconados por la miseria y la marginación, o porque simplemente
son “malos”, decidieron que el futuro estaba muy lejos e incierto y decidieron
tomar por asalto, arrebatar lo suyo. Varios de ellos poseen a sus 15 o 17
años de edad un record delictivo impresionante, de grandes ligas: decenas
de ejecuciones, secuestros, robos. Esta es su historia, contada por ellos mismos.
Son los muchachos perdidos.
Por Humberto Padgett padgett@m-x.com.mx
Fotografías: Eduardo Loza
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