(Parte 1)
Por Ricardo Fernández de Lara
Los vecinos de Apizaco se encontraban llenos de alegría, por doquier se advertía un entusiasmo singular, pues se trataba de comunicar por vía férrea a Tlaxco con esta población y de paso, con varias haciendas que se encontraban en el trayecto de este nuevo camino de hierro.
El entonces gobernador, Coronel Don Próspero Cahuantzi, luciendo su jacket negro y su sombrero de bola, con su reluciente cuello blanco, postizo y duro por el aderezado que le producía el agua almidonada, se disponía, en unión de sus colaboradores en el gobierno y las autoridades de esta población, a verificar el acto solemne al que previamente había sido invitado.
A las 10 de la mañana, en lo que constituía la estación de dicho ferrocarril, se encontraban reunidas todas las personalidades de que hemos hablado, dando inicio a tan esperado acto. El C. Don Próspero Cahuantzi, en nombre del Gobierno que presidía, declaró inaugurado en forma solemne el servicio de ferrocarril agrícola de Tlaxco, iniciándose en ese momento la marcha de un tranvía de invitados rumbo a Tlaxco.
El tranvía era de construcción rudimentaria, como se usaba en aquella época, y remolcado por 6 mulas que eran fustigadas continuamente por el “conductor” o cochero, a quien se le tituló desde entonces con ese aristocrático nombre y que constantemente tocaba una chillona corneta para anunciar el paso del convoy.
Las músicas lanzaron sus entusiastas melodías; los cohetes atronaron el espacio; las campanas del templo se dejaron escuchar y todo fue regocijo, el cual culminó con un estupendo banquete en el que reinó la más franca armonía y fue rociado, principalmente en aquellos tiempos, con pulque puro.
Bibliografía: Aramburu Garreta José, Ensayo Histórico de Apizaco
Testimonios de Luis Fernández de Lara (Q.E.P.D.), ciudadano de Tlaxco
Testimonios de Mario Alberto Bojalil, Cronista de Apizaco
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