Enrique Peña Nieto

Por Jorge Esteban López García

Distinguido por una hermosa sonrisa, agradable peinado, respetuoso del vestir, seguido por su notable simpatía, este candidato es el más famoso. Políticamente no era el mejor de su partido, pero los puntos de rating que dio, demostraron al PRI que es el “mejor”. Culturalmente e históricamente su discurso no demuestra absolutamente nada, él mismo lo expone y también lo dicen los analistas políticos, quienes están dedicados a criticar y observar los detalles importantes de un candidato a la Presidencia de la República. Sus propuestas son ampliar muchos programas actuales, además de enfocar sus esfuerzos a la seguridad, al empleo y a la inversión. Muchos mexicanos lo siguen, pero otros, tal vez el doble, saben que no es el mejor candidato y que no tiene propuestas adecuadas para cambiar al país. Estos mismos mexicanos, incluso sus seguidores, opinan negativamente de él: México no está preparado para el cambio, mejor volvamos al PRI.
Físicamente el país se vuelca por él, las damas son su mina de oro, los hombres de cierta moral piensan que un hombre bien vestido es “un hombre con pantalones” e inteligente. Cautiva su mirada, su porte derecho y su voz, que muchas veces no alcanza a deletrear una palabra. Copete estilizado, peinado a la alta escuela, intachable en toda la palabra, no funciona si no hay un plan de por medio. Trajes de alta costura, limpio todo. Se disfraza de indígena huichol, rarámuri, totonaco, zapoteca, etc. para enseñarle al país que su sastre también hace taparrabos; para demostrar que debajo lleva pantalón de vestir y siempre será de la alta sociedad. Las corbatas que usa siempre buscarán llamar la atención, tal vez sea un mensaje fálico, pues la galanura le ha dado mujeres hermosas. Famoso por todo el país, este joven político asegura muchos votos al PRI, quien ve en él un bonito títere, pues los priistas votan por su partido, no por el candidato.
Discurso “bien” redactado, pensado, detallado en todos los puntos. Lo aprende todo de memoria, pero al olvidar sus ojos juegan para todos lados y rápidamente, busca la palabra correcta; su cabeza no se mueve mucho, solamente los ojos, y la palabra por fin llega. Cuando habla no sonríe, está nervioso, sabe que lo observan y lo critican a partir de que no supo responder una simple pregunta en una reunión de intelectuales: La Feria del Libro de Guadalajara 2011.
Propositivamente sigue los pasos de Calderón y su gobierno, porque sus analistas le dicen que si quita al ejército de las calles pierde puntos, pero si promete conservarlo también los pierde, mejor que prometa seguridad y no diga cómo (sus fans no le preguntarán). Promete empleos, todos lo hacen, hasta el más rezagado de sus contrincantes, pero no dicen cómo. También habla de inversión, pero la mayoría de los empresarios mexicanos ni siquiera piensan en darle su apoyo; los extranjeros saben que este tipo de presidentes no garantiza éxito a su inversión. En su agenda no existe la educación como un punto trascendental, no existe la salud, no existe la política, tampoco habla de las causas de una mejor economía. No dice cómo atacar las causas de los problemas del país, solamente habla de evitar problemas.
Al paso del tiempo tendremos un mejor análisis de sus propuestas, las cuales son nulas, pues una de estas es comprometerse en cada visita a mejorar o ayudar a los ciudadanos de la localidad, firmando en una pizarra diseñada para tal efecto. Además, se disfraza al estilo de la comunidad, diciendo que su compromiso es con el pueblo, por eso está en todo México.
Otro argumento a favor de Enrique Peña Nieto, por parte de sus seguidores, es que tiene garantizados millones de votos y que por eso ganará, porque todos votarán por él. Esos seguidores desconocen las propuestas de su candidato, tampoco serán capaces de construir un país por ellos mismos, todo lo esperan de su candidato y de su partido.
Por algo lo llaman el candidato de “Telerisa”, pues está diseñado al más puro estilo de las telenovelas, las cuales influyen equivocadamente en millones de mexicanos.