Cercanos a las elecciones federales, los pueblos de México están nerviosos y confusos porque no saben a quién hacer caso.
Miran al del copete con su traje arreglado, con su piel cuidada, con la sonrisa de actor y en compañía de una bella mujer.
Miran al que tiene un acento costeño, canoso, despeinado, usando traje o no, a veces sonriendo, mirando a su alrededor.
Observan a la mujer de amplia sonrisa, con sus vestidos de sastre, peinada igual, sin joyas, maquillada, cada vez más acabada y muchas arrugas alrededor de la boca.
Miran al señor de la ecología, a quien tratan de reconocer, lo miran para que nunca se les olvide por si lo llegan a necesitar.
Al primero lo miran y piensan qué le pedirán, de qué forma les puede ayudar. Saben que es imposible tocarlo, creen que será igual que todos. Envidian a su mujer, se preguntan cuánto gastará en su imagen, se preocupan si su peinado se deshace. Una vez me dijo alguien: "Votaré por él porque sabe vestir, en cambio el otro es un 'naco'". Zaz, un argumento obvio para los priistas que creen en Enrique Peña Nieto.
Él segundo siempre es escuchado, criticado, esperan un error de su léxico para irse encima de él. Nunca critican su imagen, saben que no es su punto débil. Critica al sistema, pero ahora lo perdona. Adormece su discurso, lo abrazan, saben que tiene muchas ideas pero dicen que no ganará porque no es del PRI. Tiene propuestas, muchas, algunas son débiles.
Ella es rosa, es la muñequita que no dice groserías. La que no quiso Calderón. Trata a la gente muy bien, la abraza, hace que la quieran. Tiene propuestas, muchas, pero ninguna es original, todas siguen el paso de nuestro actual presidente. Victimada por ella misma, la acusan de ser una diputada federal mala, con poca responsabilidad hacia México y con ambición para seguir siendo vividora del pueblo.
Ecologista e investigador de esta misma temática, nadie lo conocía hasta que la maestra Elba Esther lo cobijo en su partido. Recibió la oportunidad de ser candidato por ese corrupto partido, por esa corrupta mujer. Asegura que su candidatura no es una burla, que todo va en serio. También dice que Elba Esther no tiene nada que ver en su postulación. Luchará para rescatar el Zahuapan y el Atoyac.
Cuatro jinetes que, de alguna forma, no saben que el pueblo está harto de sus mentiras. Desconocen que la política en México pierde ciudadanos por su culpa, porque ninguno está dispuesto a luchar por el pueblo. Pero éste también debe luchar por sí mismo, saber escuchar las propuestas de cada uno y no dejarse ir por el peinado, por la sonrisa, por la personalidad o por las mentiras.
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