Por Jorge Esteban López García
Opinar sobre estas elecciones es peligroso, porque desde hace 15 años lo hice y acepto que algunas veces me he equivocado, entonces es un riesgo. Desgraciadamente es así porque de quien aseguras será el mejor, resulta ser igual que todos y la única manera de evitar (o ayudar) a que no sea así, es exigirle, pero allí se asoma la censura, el miedo, el compadrazgo, el clientelismo y la complicidad.
Tlaxco, el municipio más grande de la entidad más chica en cuanto a territorio, es tan sumiso y poco democrático, que si nos dicen "vengan", vamos, y si nos dicen "cierren los ojos", los cerramos. Nos hemos hecho "cómplices", tenemos muchos "compromisos", creemos que le debemos todo a los que se llaman políticos.
Lorenzo Meyer hablaba de un estudio que publica el Colegio de México, donde se explica que sólo nueve familias concentran un alto porcentaje del PIB y son las únicas que pueden hacer crecer y crecer ese porcentaje; el resto nos quedaremos estancados creyendo que vamos creciendo económicamente, pero en realidad, nos hacemos poco a poco empleados y esclavos de esas familias.
Así sucede en el juego de la, mal llamada, política en México, donde son pocas familias las que pueden y tienen derecho a ocupar puestos de elección popular. En Tlaxcala y Puebla tenemos ejemplos evidentes de que así sucede. En Tlaxco tenemos ejemplos obvios de que así sucede. Pero ese no es el problema, el problema sigue siendo el pueblo que los "elige" y los gobiernos que elijen al pueblo.
Entonces, mi pregunta, mi duda, mi exigencia es, ¿hasta cuándo vamos a elegir de manera libre? ¿Cuándo iremos a la urna sin tener en la mente esa tarjeta de dos mil pesos que será valida si gana el partido? ¿Cuándo dejaremos de aceptar que sólo en campaña nos digan que nos darán mil quinientos pesos para la eternidad? ¿Cuándo seremos capaces de elegir por nosotros y no por los que nos engañan?
Ellos tienen la obligación de trabajar en favor del pueblo, porque para eso fueron elegidos y nosotros tenemos la obligación de exigirles, para que de verdad funcione la democracia. Sólo tienen que ofrecernos proyectos de gobierno, propuestas de ley, resolver nuestros problemas y escuchar al pueblo, pero no es así porque nos han hecho creer que les debemos todo.
En una análisis que hacíamos de Morena salió a la luz esta idea del Voto Inteligente y me dijeron que no existe ese voto. Pero entonces, ¿no existe la democracia?, ¿entonces no vale el voto?, ¿elegimos con los ojos cerrados? Desgraciadamente hay muchas razones para aceptar esta conclusión, pues hay quienes no votarán por aquél porque es pobre o naco o habla náhuatl o vende chalupas o no estudio en Cambridge o estudio en Berkeley o es fresa o es millonario, etc., votarán por el que es amigo, compadre, porque recibirán un dinero, un apoyo o un empleo, No por el que ofrece las mejores propuestas o es más honesto.
La situación es difícil, la población está cansada. Tal vez no exista el voto inteligente, pero creo que es nuestra última oportunidad para pararnos frente al candidato y decirle que será nuestro empleado; y que le exigimos nos escuche y gobierne para todos, no sólo para quienes votaron en su favor.
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