Por Don Ricardo Fernández de Lara
DON FLAVIO ZAMORA ZAMORA
Llegó a Tlaxco ya muy entrada la noche y se encontró con la novedad de que había caído una nevada que dejó sepultado al pueblo.
Amarró su caballo de un alambre grueso y erecto que había cerca y buscó un lugar para pasar la noche bien arropado.
Grande fue su sorpresa al despertar que se va dando cuenta que la nieve había bajado, las casas se veían todas; y más se sorprendió cuando vió su caballo que estaba colgado del pararrayos de la Iglesia.
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